Caminas divagando sin rumbo alguno. El sendero parece seguro pero inesperadamente una piedra, oculta bajo un hermoso trébol, propicia tu caída…
Realmente es tu mente, unida a tu corazón, la que ansía recuperar la posición inicial para continuar con aquel extraño viaje…
Perseveras y tratas de incorporarte aunque, por desgracia, compruebas que cualquier intento resulta fallido…
El tiempo transcurre con rapidez, como cuando una liebre corre rauda al percibir la persecución de su depredador…
Cae la noche y, con ella, tus esperanzas…
Tan solo posees el ‘auxilio de la luna’…
Inconscientemente rememoras tu pasado…
De pronto, una sonrisa brota de tus labios al revivir aquel momento, dulce como la miel y tierno como tus besos…
Reaccionas cogiendo impulso con desmesurada firmeza y es ahí, en ese preciso instante, cuando comprendes que el motor que dirige tus pasos no se ubica en tu cuerpo, sino que se halla en tu alma, en tu mente…
La ‘luna’ ampara la savia que recorre tu espíritu, aquella que impulsa el latir de tu corazón…